Será una noche inolvidable. No se la pierda». Mocedades anuncia así los conciertos de su gira por Estados Unidos. Actuaciones «únicas» en las que el público rememora los grandes éxitos del mítico grupo vasco. Lo que nunca podrían imaginar los componentes del conjunto bilbaíno es que iban a vivir en propia carne otro espectáculo, también único, pero esta vez «discriminatorio, dantesco y muy lamentable», con el aeropuerto de Phoenix (Arizona) como escenario y dos «maleducados» empleados de US Airways como solistas invitados.
Hasta el pasado martes todo marchaba según lo planeado. Lleno en el Congress Theater de Chicago y en el OK Sport Bar de Dallas. La siguiente fecha anotada en el programa de la gira era la de mañana en Los Ángeles, así que el grupo cogió un avión en Houston hacia California. A medio camino, hicieron escala en Arizona y ahí arrancó un show al más puro estilo yanqui. «En la cola de embarque nos topamos con un empleado de origen mexicano que, al parecer, renegaba de sus orígenes», se explicaba ayer desde Los Ángeles Roberto Veinberg, empresario que representa al grupo. «Y en cuanto nos oyó conversar en castellano comenzó el lío», aclaraba.
Primero fue la «riñonera» que portaba Izaskun Uranga, que el puntilloso auxiliar de tierra «obligó a guardar en un bolso». Y acto seguido las guitarras de dos de los músicos. «Quería que las facturaran, pero nos negamos. Son muy especiales y cuestan 5.000 euros, así que no íbamos a permitir que fueran en la bodega», razona Rosa Rodríguez, otra de las integrantes del actual Mocedades. «¡Además, ya habían venido en la cabina del avión desde Houston sin contratiempos!», añadió enfadada en conversación con EL CORREO.
Las protestas continuaron, pero el empleado seguía en sus trece. «Sólo quería que le hablásemos en inglés. Nos sentimos discriminados. Nunca me ha pasado nada igual. Era algo racista», sentenció Uranga.
Lejos de apaciguarse, la situación empeoró dentro del avión. Al comprobar que los músicos se quedaban en tierra con sus instrumentos, los miembros del grupo, «ya sentados en nuestros asientos», intentaron dialogar con el personal de cabina para «hacerles entender la situación». Pero fue peor. La discusión subió de tono y una de las azafatas decidió zanjar el asunto llamando a la Policía para desalojar de la aeronave a Edorta Aiartzagüena, el miembro del grupo que se encontraba «más alterado».
Así lo hicieron y, ante la perspectiva de ver, no sólo a dos, sino a tres compañeros regresar a la terminal, el representante decidió apearse, mientras el resto continuaba el viaje. «Al día siguiente regresamos al aeropuerto los cuatro y, esta vez, nos atendió una señorita muy agradable que nos permitió embarcar con las guitarras sin decir nada», recordaba ayer Veinberg.
«Olvidado ya el incidente», los bilbaínos continúan con su gira norteamericana, que tras el concierto de mañana y del sábado en Bakersfield, tendrá el domingo su cita culmen en Las Vegas. Allí, además de actuar, recogerán el premio ‘Máximo Orgullo Hispano’, concedido por la Asociación Internacional de Prensa, Radio y Televisión de la ciudad. Ellos no se avergüenzan de sus orígenes.